jueves, 20 de noviembre de 2008

SE VIENE...


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En esta semana se siente un nuevo aire por la ciudad, se siente la ilusión de oxígeno libre, después de muchos años. Es reconfortante ver a un pueblo, que siempre vi desde mi silla del teatro de la seguridad como una masa pasiva, levantándose frente a los abusos del gobierno; creo que en mis 27 años exactos nunca había visto una situación en Colombia como la de esta semana y como la de los días que vienen. En un caso concreto (el escándalo DMG) lo único que deja un sabor amargo es que el pueblo se esté levantando porque siente que el gobierno le está robando la posibilidad de tener más dinero; llevamos años con abusos gravísimos en aspectos como la educación, la salud y condiciones de vida en general. Lo que queda de balance es que efectivamente falta mucho recorrido en esa simbiosis entre la falta de educación y un país enseñado a recibir lucro de forma rápida y fácil, además de estar relacionado directamente con la falta de confianza en las oportunidades que ofrece el estado; pero en cambio sólo ofrece arbitrariedades. De todas formas es un buen momento para sacarse toda la mierda (como dice Carajo).



Y un link relacionado con esta encrucijada en la que se encuentra la sociedad colombiana:

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76243

Por otro lado ha llegado el momento de percibir más de cerca lo que significa para el pueblo indígena el concepto de "La Minga", que básicamente es la tradición cultural más concreta de lo sagrado que es el trabajo y la conciencia colectiva llevada a su máxima expresión. Al parecer al gobierno le siguen interesando más sus compromisos con los consorcios bancarios que el respeto a los derechos civiles (demostrado a la luz pública por el caso DMG) y en este caso en particular el de los pueblos que deberían tener la mayor proporción de control sobre el campo y las zonas rurales como tal. Ya la minga está en la Universidad Nacional y va en camino para la Plaza de Bolívar.

http://colombia.indymedia.org/news/2008/11/95827.php

Debido a la falta de seriedad administrativa, estratégica, en política social, etc. que ha demostrado el gobierno frente a estos casos, sin nombrar que el estallido se ha provocado en gran parte a causa de la corrupción incesante de nuestras queridas instituciones, se ha escuchado una estampida anárquica que expresa que ya no soporta más, es como alguien que ha estado callado aguantando las constantes y repetidas violaciones de un gobierno políticamente depravado, que se jacta de abusar de lo que es nuestro, succionando la sangre de un pueblo agonizante económicamente (solo para nombrar un caso). Gracias a este estado de cosas, podemos comenzar a plantear que se le está acabando el tiempo a este ciclo perverso... esperemos que tengamos otra oportunidad... por el momento los dejo con un canto a la rabia que a veces se ve ahogado por la represión...



martes, 18 de noviembre de 2008

CADENA DE MUERTE

Artículo realizado a propósito de las recientes discusiones y debates acerca de la "necesidad" de instaurar la pena de muerte y la cadena perpetua en nuestro país, con el fin de combatir con mayor eficacia el crimen en nuestro país.

La idea también era inaugurar este blog que nació como una propuesta en facebook (pero he podido percibir que tal vez pueda lograr mayor relevancia, seriedad y finalidades de trasfondo por este medio).


CADENA DE MUERTE


Hace unos días se generó una fuerte discusión en el campo político debido a un hecho muy doloroso, por lo menos para una madre en particular, aunque no sé hasta qué punto haya una discusión real sino un hostigamiento mediático para convocar a aceptar unos mecanismos de castigo que a la final atentan contra uno de los deberes que se le exige a un gobierno o en términos más puntuales a un Estado de Derecho, que es el de, por lo menos, tratar de defender los derechos humanos de sus ciudadanos.

Se presenta una supuesta primera ambigüedad cuando se genera una inconformidad debido a cuál es la justificación para que un estado respete los derechos humanos si el asesino no lo hizo. Estamos asumiendo que tenemos el derecho de cobrarle al “animal” de la misma forma o peor su acto barbárico. Creo que he tocado un punto muy grave más rápido de lo que quería; aquí se presenta una actitud propia de un pensamiento enfocado a dirigir su criterio sobre el castigo a la idea de que la Ley del Talión -el famoso adagio “ojo por ojo, diente por diente”- funciona perfectamente sin riesgo de culpa, o para no centrar la discusión en los niveles de maldad del ser humano, ni siquiera hemos tenido la capacidad de reflexión para de pronto inquietarnos ante la posibilidad de que esta conducta moral tenga unas repercusiones de tipo social. Es algo muy básico: la histeria colectiva provocada por el odio en masa hacia alguien que logramos repudiar por su crimen, reproducida finalmente en la búsqueda de la solución más adecuada: el linchamiento, me hace pensar en que hasta el siglo XVIII más o menos, el castigo era visto como una técnica de represión que te haría comprender a partir del miedo lo que te pasa si infringes la ley. El problema comienza también cuando la sociedad, después de este punto histórico, comienza a virar su óptica a visualizar a la institución punitiva como una fuerza que está llegando a criminalizarse hasta el mismo punto, o hasta mayor, del castigado. En este sentido llego a pensar que, tal vez debido a nuestros procesos históricos, nuestra sociedad no ha llegado a este estadio cultural o no nos ha sido permitido llegar a él.

Esto último llega a su punto más álgido cuando pensamos en la pena máxima, es decir la pena de muerte, ya que por un lado podemos estar llegando al extremo de demostrar públicamente en una sociedad en constante proceso de descomposición que no se está castigando por el delito sino que estamos entablando un círculo vicioso en el cual no está tan mal desde el punto de vista moral cometer un asesinato, porque si la institución mayor -El Estado- finalmente se rige bajo esta norma, en algún momento mis principios morales pueden exigirme actuar impulsado por parámetros similares, y cuando digo similares invoco un proceso de tergiversación lógica del supuesto por el cual se quiere imponer este castigo que se ha expuesto, que es la pena por delitos atroces, aberrantes y demás. Dudo que una mayoría logre mantener intacto este principio si no se nos olvida una interrelación entre un constante proceso de descomposición social y una justificación proveniente de nuestro statu quo.

Cuando el castigo deja de efectuarse sobre el cuerpo y comienza a ser ejecutado como una práctica coactiva de los derechos fundamentales del “delincuente”, entramos en el campo de la discusión acerca de la cadena perpetua. Este castigo se puede ver como un ejemplo de la exacerbación por demostrar que no es necesario el dolor o la represión corporal -hasta en el mayor caso como es la pena de muerte- sino que se inflige el miedo a perder un derecho tan básico como la “libertad” para el resto de su vida. Igual, queda abierta la discusión de qué tan pertinente es entablar una batalla entre la eficacia de una pena máxima de 60 años y una cadena perpetua en un contexto en el cual la acción judicial es tan ineficiente y corrupta como en nuestro país; en un país en el cual son tan reiterativos y constantes los casos de equivocaciones y anomalías en el momento de investigar, judicializar y llevar a cabo todos los procesos penales. Casualmente en medio del proceso de creación de este texto acaba de salir a la luz la noticia acerca de los resultados de la prueba de ADN realizada a José Jesús Arias Lozano, acusado de violación, quien fue objeto de medida de aseguramiento, antes de realizarse las pruebas; finalmente fue encontrado inocente. Nos podemos ubicar en el caso hipotético de que siendo este un crimen atroz fuera motivante para llevar a cabo la sentencia de cadena perpetua o mejor la pena de muerte, y el caso hipotético de que no sólo hubiera un error en el momento de apresar al presunto criminal sino que se descubriera dicho error un poco más tarde. Este es el tipo de casos que hacen temblequear el anhelo de un pueblo iracundo de que el castigo sea más contundente de buenas a primeras, sin contemplar los vacíos que están presentes y que terminarían empañando esos inocentes deseos de conseguir justicia sea cómo sea.

De pronto se pueda decir que estoy haciendo una apología a la criminalidad y que al escribir algo así estoy defendiendo a las mentes más enfermas que han surgido de este país, pero realmente así les suene raro a algunos, la idea es rescatar el anhelo de que vivamos en un país mejor para los que vienen en camino, para nuestros hijos; un país con la capacidad de actuar no solo guiado por sus instintos más bajos, sino que en algún momento podamos tener la capacidad de reflexionar frente a situaciones tan complicadas de asimilar para poder tener una sociedad más justa. Este es un país al que le urge tener una mejor educación, mejores condiciones para mejorar su calidad de vida, un país en el que en algún momento podamos darnos el lujo de mejorar las condiciones de vida
para no tener que reparar por medio del castigo. Realmente es difícil infligir miedo a un criminal cuando las condiciones de vida son tan absurdamente bajas que pesan más que el terror por perder la libertad o la vida misma.